21/03/2011 Stay in Pokhara



Disfrutamos de un excelente desayuno a la orilla del lago y remamos una embarcación alquilada por las aguas verde esmeralda del lago Pokhara hasta la orilla del otro lado para iniciar la última caminata del viaje. Un ascenso de poco menos de una hora hasta la Stupa de la Paz del Mundo, un centro ceremonial con cúpula dorada que el gobierno de Japón había donado a Nepal. Desde arriba las vistas eran superlativas mientras el viento nos daba de cara. Pokhara yacía ahí como una pequeña metrópoli que descansaba entre lo salvaje y la quietud, entre el yin y el yang, entre las murallas más altas del mundo y aquel precioso estanque de aguas del deshielo.








Aquel día comimos increíblemente bien en un restaurante japonés auténtico y cenamos una última vez con nuestros amigos de Madrid y Lima mientras departíamos sobre la vida que se hace camino, sobre los planes de futuro y la incertidumbre del momento que vivimos y sobre las grandes posibilidades que ofrece. Buenas noches.