Atrás quedaron los escalones incesantes, las montañas sin nombre, las colinas abalconadas, las formas góticas de los rodoendros y su hojarasca, la compañía intermitente de los caminantes internacionales y la ayuda incondicional de Bchim, Bishe y la organización de la agencia de viajes de montaña High Spirit a lo largo de 8 días preciosos y muy afortunados por muchas razones, pero sobre todo porque siempre recordaremos con una dulce sonrisa la experiencia de vida que siempre nos esperó desde que nacimos.

Dicen que los viajes se disfrutan y se les saca jugo mientras se está en ellos, pero que cuando regresas a tu hogar el recuerdo se desvanece sin provocarlo. Después entre celajes ese recuerdo va saliendo a lo largo de los años posteriores cuando la memoria relaciona eventos, o cuando evocas experiencias de juventud que supusieron un reto en la vida, digno de determinación y voluntad personal. 

Ahora recuperándonos del viaje, retomando el sueño reparador de cada noche, volvemos para dedicar unas líneas que bien merecen la pena por si a alguien cuyo corazón late de aventura quiera leer y así tener una pequeña referencia, para nosotros mismos y vivificar aquel hermoso viaje rico en entornos, sensaciones y reflexiones y por qué no para dar testimonio de que un día amanecimos con el sol en la preciosa colina de Poon Hill o anochecimos en Deurali, en medio de la noche sobrecogedora antes de enfocarnos al ABC, como los occidentales denominan al Campamento Base de la montaña Annapurna de 8091m y macizo de más de 55km que alberga a sus hijos sucesorios (el II, EL III, EL IV y el South) y a su primo el Gangapurna todos comprendidos entre los 7000 y 8000m. Por todo ello nos gustaría relatar el día a día del diario de ruta que fuimos elaborando cada noche, para inmortalizar nuestras observaciones y meditaciones.

10/03/2011 - Llegada a Katmandú (1350m)


          Después de pasar más un día viajando haciendo escala en Madrid y Doha (Qatar) hicimos tierra en Katmandú, donde pudimos observar un helicóptero militar de bandera estadounidense aparcado en la pista de aterrizaje. Hicimos tierra en Tribhuvan, aeropuerto de pequeñas dimensiones con forma de hangar y de estructura de ladrillo.

  
          Debbe, guía que acompañaría a las turistas noruegas en nuestra misma expedición, nos acompañó en el taxi de camino a Katmandú Thamel, centro turístico de la capital de Nepal. El siempre simpático Shiva, gerente de la agencia de viajes, fue a conocernos en persona. Es curioso cuando has estado los últimos 5 meses escribiéndote por correo electrónico con alguien y acabas conociéndole, la relación que se establece a continuación es dinámica y no supone un punto y parte, pues cuando el otro sabe de ti, de quién eres, de algunos rasgos de tu forma de pensar, de tus necesidades, da la impresión que todo ello queda impregnado en la comunicación y en la relación interactiva que surge entre 2 personas a posteriori.

Tras la bienvenida nos acomodamos en el hotel Manang, de tercera clase. Nos despojamos de nuestras pesadas mochilas y nos aseamos convenientemente para volver a la agencia más despejados. El bueno de Shiva y su equipo nos ofrecieron generosamente sendos cafés con leche que nos supieron deliciosos. Recordamos al inicio de nuestro contacto el tiempo que habíamos pasado comunicándonos por Internet y lo mucho que agradecimos mutuamente el respetuoso trato facilitado para solicitar y ofrecer información a cerca del viaje, sobre todo cuando se está a más de 11.000 km y deseas confiar en la información que nos proporcionaron.

Shiva nos presentó a su equipo de la agencia, y nos habló de su dilatada experiencia como guía de montaña de 11 años. Comenzó siendo porteador, a continuación, ayudante de cocina/porteador, ayudante de guía/cocinero y guía hasta que hace 3 años consiguió abrir la agencia de viajes de montaña en colaboración también con una agencia de italiana de Trento. También a nuestra llegada nos explicó el creciente descenso de visitas de turistas al país, tras el periodo de tiempo de guerra en el que los rebeldes maoístas se hicieron con el poder expulsando del cargo al rey Gyanendra derogando sus privilegios como monarca, convirtiéndole en un ciudadano más exiliándole de su palacio.

         Después de intercambiar algunas bromas con Shiva fuimos a almorzar algo con Bchim, tío de Shiva y nuestro guía de montaña hasta el retorno a Katmandú 11 días después. Le pedimos que nos llevara a algunos de los preciosos templos que se encuentran en los aledaños de la zona de Thamel. Bchim con un gran sentido de criterio por su experiencia con turistas nos condujo al precioso Drugbon Jangchup Choelling Buddhist temple y sus alrededores, donde reverenciamos la imagen dorada de Buda que yacía en su interior y dimos la vuelta al gran mane o rueda de oración budista del que entraban y salían devotos/as sin cesar. Tomamos unas preciosas fotos de su pequeña stupa o mausoleo de oración de peregrinos y no peregrinos.





 
Tras la visita a este hermoso centro ceremonial, nos recogimos al hotel Manang no sin antes dar un paseo por los variopintos mercados de Thamel, testigos de la fabricación de enseres autóctonos con materias primas y métodos de elaboración tradicionales. Ya en el hotel y manejándonos con linternas debido a al restricción de electricidad que sufre Nepal con 14 horas de energía al día, disfrutamos de un merecido descanso entre sábanas limpias.

11/03/2011 Drive from Katmandu to Pokhara (810m) 5/6 hours turist bus 180 km


          Amanecimos muy temprano, sin luz por el corte de energía. Con la ayuda de unas velas, recogimos nuestras pertenencias para bajar al hall del hotel donde nos esperaba Bchim, nuestro guía con una sonrisa como cada mañana de ahí hasta el día final del trekking.

         Recorrimos caminando la distancia que distaba de nuestro hotel a la estación en 10 minutos largos, pasando por la gigantesca embajada de Estados Unidos, custodiada por guardias nepalíes que guardaban control en las garitas circundantes. Justo en frente de la misma un grupo de niños de entre 8 y 12 años se calentaba en torno a un bidón rodeado de basura que ardía en los primeros destellos del día. Niños de la calle quizá desescolarizados, sin uniforme escolar y sin libros o mochilas para cargarlos. En Nepal, al igual que esotros países que visitamos como Ecuador, Perú o India los escuelantes visten todos-as con uniforme para evitar diferencias o exclusiones por razones socioeconómicas o de casta. Aquellos niños calentándose a la lumbre muy posiblemente iniciaran su jornada laboral muy temprano o como algunos otro menores dedicaban un par de horas a la venta ambulante antes de entrar a clase.

Nuestro guía nos condujo al autobús turístico en el que subieron algunos turistas más, entre ellos una pareja de adultos nórdicos con sus dos hijos, que no sobrepasarían los 8 años, y que motivó una conversación entre nosotros sobre la idoneidad o adecuación de llevar a o no a niños menores con destino a países en vías de desarrollo. Cada plano que la vista alcanza a divisar en países como Nepal,  un lienzo de sensaciones encontradas, de derechos sociales no cubiertos, de sufrimiento, de incomodidades, de ausencia de higiene, de mendicidad adulta o infantil, amén de grandes situaciones satisfactorias, pero que la mezcla de ambas supone un reto de discernimiento, empatía y compasión para el que atiende dicha realidad. Por otro lado en los traslados aéreos y por tierra en países montañosos como Nepal y sin posibilidades de mejora de sus infraestructuras, los viajes se convierten en espacios de tiempo interminables y no siempre cómodos. Casi siempre observamos a niños llorando, mareados, o fatigados.

         El recorrido de Katmandú a Pokhara suponía una distancia de 180 kilómetros que cubrimos en 7 horas con dos descansos para desayunar y almorzar. Gran parte del trayecto lo hicimos dormidos por el desgaste del viaje de días anteriores. El río Trisuli nos acompañaba a nuestra vera derecha mientras se sucedían sin descanso fábricas cementeras y canteras en declive para la construcción, en la que el río era el recipiente de los deshechos y vertidos de las mismas como consecuencia del proceso de fabricación, arduo y sin tregua por la falta de tecnificación en general del país. Nepal es un hermoso país que ocupa por sorpresa el puesto 138 de 169 en el Índice ce Desarrollo Humano (IDH) y las mayores carencias para la vida de las personas se manifiestan en gran medida en ausencia de Infraestructuras. Por otro lado no tiene salida al mar con lo cual prácticamente para su abastecimiento depende de las decisiones de Nueva Delhi y en algunos casos de los acuerdos comerciales a los que llegan los dos colosos India y China.

El camino que seguía nuestro autobús, un antiguo modelo similar a los que se utilizaban en los ejércitos, serpenteaba por las laderas de las montañas encontrando atascos a cada kilómetro que ralentizaban la ruta. Según Bchim podía haber hasta una hora de diferencia a la hora de calcular el trayecto en función de la cantidad de tráfico que hubiera. Ya en Pokhara y con la ayuda de un taxi, llegamos a buen puerto a nuestro agradable alojamiento Himalayan View, donde nos recibió su personal con un café. En Nepal es común (algo que nos recordó mucho a Ecuador) que la gente preguntara por tu estado, por tu nivel de satisfacción en el país, algo que agradecíamos, ya que embalsamaba nuestras tensiones musculares y nos sentíamos conectados de alguna forma a la gente, al entorno, es decir, nos hacían partícipes, algo que hemos echado de menos en algunos viajes, ese sentido de la hospitalidad, de “mi casa es tu casa”.

  
         Después de acomodarnos y dejar las mochilas de viaje, nos fuimos a dar una vuelta al lakeside (la orilla del lago) del lago Pokhara, un hermoso lago en la base de la cordillera del Himalaya, cuyos picos nevados en los días de cielo despejado se reflejan en las aguas de tono esmeralda de la masa de agua o al menos así lo atestiguaban las fotos que el hotel exhibía en sus paredes. Pequeños templos hindúes se asomaban al lago por su orilla oriental mientras un precioso parque hacia de antesala a sus tranquilas aguas. En la otra orilla montañas de frondosos bosques se amontaban entre sí mientras las plácidas barcas de colores variopintos remaban en diferentes sentidos y direcciones.

  

Las barcas se podían alquilar con o sin remero y también vimos en un punto que se podían rentar bicicletas para conocer la ciudad. Por allí cerca el jolgorio de una boda nepalí llena de bullicio y su música se dejaba escuchar. Por lo que nos comentaron, estas bodas duran varios días y se prepara comida para un regimiento. Poco antes de volver al hotel a descansar y coger algo de ropa de abrigo visitamos el Fishtail hotel (hotel cola de pez) un hermoso alojamiento sobre una isla dentro del lago al que se accedía a través de un breve paseo en plataforma flotante tirada por una cuerda atada a dos cabos, uno el de la isla, y otro el de la orilla.




 
         Por la noche fuimos a cenar a un sabroso restaurante tibetano establecido en la zona desde 1982 al que habíamos echado el ojo. Allí dimos cuenta de los riquísimos momos de espinacas y queso, comida de origen tibetano, y la cerveza local Everest, de agradable al paladar. En su etiqueta rinde tributo un alpinista neozelandés, que junto al sherpa Tenzing Norgay, fue el primero que alcanzó la cima del Everest el 29 de mayo de 1953. Tras un belicoso té tibetano a base de jengibre y mantequilla nos recogimos a dormir para iniciar nuestra andadura hacia el campamento base de la montaña Annapurna.

12/03/2011 Drive to Nayapul (24km) and trek Tikhedunga – hile (1570) ¾ hours 9.6 km


             Amanecimos tempranísimo para observar la salida del sol desde la azotea del hotel antes de desayunar. El frescor del alba se dejaba sentir en la cara, mientras divisábamos el hermoso sol anaranjado que salía sin dar tiempo a preparar el encuadre fotográfico, un sol de fuego que iba iluminando los picos que rodeaban al valle de Pokhara. Tras un desayuno apetitoso (cuando viajamos las comidas siempre son recibidas como momentos especiales y deleitosos en los que degustar cualquier café con leche o unas tostadas de mermelada confitada supone saciar nuestro hambre y paladar). Aquella mañana conocimos a las chicas noruegas que compartirían nuestra expedición, y a decir por su forma de saludar, supimos que estábamos en la antesala de una relación no muy cercana que se dijera, más bien fría y algo interesada por su parte. De todas formas, procuramos relativizar la situación concluyendo que la temprana hora a la que nos levantamos no era la más propicia para despertar el humor o la cordialidad. 

 
         Nos metimos en una furgoneta los 8 integrantes, dos porteadores, 2 guías y 4 turistas. Después de un sinuoso viaje hasta alcanzar la altura deseada para iniciar el trekking más largo de lo esperado (las distancias son relativas, ya que tardamos 2 horas en alcanzar Nayapul, por lo que creemos que aquella mañana recorrimos más de 50 km). A mitad de camino paramos a fotografiar los primeros paisajes y las cumbres nevadas del cordal del Annapurna que no nos abandonarían en lo que restaba de trekking).

  
Al llegar a Tikhedunga, nos aprovisionamos bien en nuestra mochila reducida, mientras los porteadores ajustaban las cuerdas para compactar las mochilas grandes que en total,  las nuestras pesarían 23 kilos como máximo. Nuestro guía días después nos indicó que algunos porteadores debían cargar hasta 50 kilos sobre sus espaldas mientras cargaban y hacían fuerza con su cabeza hacia delante como si fuera un yugo. Como diría un turista español, la situación de los porteadores es de cómo sacada de contexto, inimaginable. Iniciamos nuestra andadura desde el hotel Dupak mientras seguíamos un camino de piedras y polvo recién ensanchado para según nuestro guía comenzar la construcción de una carretera de montaña que seguiría por ese corredor.



  
A medida que avanzábamos, se sucedían terrazas de cultivos de arroz, maíz, patatas, espinacas…El camino atravesaba ríos a través de cantos rodados, mientras iniciamos el escalonado camino construido con losas de piedra que se iban sucediendo en ascensos o descensos prolongados. Este primer día conocimos los nombres de nuestros acompañantes y ellos los nuestros invitando así a la conversación y al conocimiento recíproco. Almorzamos tras 3 horas de camino unos noodles (fideos) con vegetales a la sombra, ya que el sol de justicia acechaba al mediodía iluminando aquel hermoso paraje. En algunos poblados los agricultores azuzaban a sus animales de tiro, ,todavía a aquella altura, eran vacas de menor estatura.
        


 
          Algo menos de una hora después alcanzábamos Hile un pueblito desperdigado en ladera. Nos alojamos en un alojamiento regentado por mujeres que se habían establecido por su cuenta para ofrecer un servicio hostelero de montaña. Su trato como el del resto de las personas que atendían en las “guest houses” fue exquisito y agradable, con disponibilidad en cualquier momento. Desde aquel día nos aficionamos a los posters que colgaban de las habitaciones en los que se apreciaba un hermoso paisaje acompañado de un mensaje en forma de aforismo, en algunos casos procedentes de la filosofía budista y en otros una interpretación metafórica de lo que suscitaba el paisaje fotografiado. El de aquel día fue ´the purity of the snow hides all the deep dark secrets of the mind´.




13/03/2011 Trekk to Ghorepani (2867) 5/6 hours – 9.5 km


         Como cada día despertábamos con ese frescor del Himalaya, en el que las temperaturas descienden por la noche, fenómeno que experimentábamos en nuestras propias narices que hacían las veces de regulador térmico. Ese día nos dirigiríamos a Ghorepani, primer destino de altura considerable para ascender al día siguiente a Poon Hill. Antes de iniciar la marcha, recogíamos nuestros enseres y reorganizábamos las dos mochilas, la de los porteadores y la nuestra. Nunca faltó a nuestras espaldas un calzado de repuesto, agua suficiente, material de primeros auxilios como tiritas, gasas… y accesorios varios necesarios para afrontar las condiciones climatológicas, una braga, forro, guantes, linterna, gafas…Además de portar con nosotros lo necesario, también considerábamos legítimo no cargar demasiado a los porteadores. Después de la media hora de rigor almacenando nuestras mochilas, desayunamos un delicioso gurung bread con confitura de fresa y Masala Thai en el caso de Marta y con Tibetan tea hecho a base de mantequilla y sal. Todo un aporte de energía para comenzar la caminata. Observamos uno de esos carteles imaginativos y elocuentes en una de las paredes del alojamiento que rezaba: ´If you want to be truly happy live for others´

         Iniciamos nuestro camino dejando a tras el hotel Dipak, y adentrándonos en un maravilloso camino recortado por pasos aéreos de puentes manufacturados, que asomaban a cascadas penetrantes con más o menos flujo de agua, ya que la época no era la más propicia para apreciar saltos contundentes. A medida que avanzábamos atravesábamos aldeas de altura en las que los rasgos de la gente se iban tibetanizando, es decir, color sonrosado por el sol de montaña, facciones duras, ojos rasgados y sonrisa dulce. Las banderas de plegaria coloridas iban poco a poco haciéndose visibles, cuya función era bendecir el paisaje de las inmediaciones o con otros propósitos a través de sutras budistas.



El almuerzo siempre constituía un espacio de atrevimiento para degustar las diferentes formas de cocinar pasta o cereales con verduras y sus salsas de condimento. A menudo preferíamos no comer comida especiada para evitar posibles complicaciones digestivas, ya que si el estómago no resiste las piernas tampoco lo harán. Comimos en un pequeño pueblo que quedaba a un linde del camino con un sol inmenso que nos temperaba lo suficiente para acoger las tardes y noches frescas.

Tras la comida continuamos el camino cada vez más desconectados de las acompañantes noruegas que no cesaban de hablar entre ellas, al margen del grupo. Los bosques de rodoendros con su hojarasca ya caída y seca se iban sucediendo en estos tramos del trekking con bastante asiduidad. Un viajero holandés que nos sacó una foto con el fondo de una pequeña cascada que formaba un pequeño lago comentó que aquel corredor lo frecuentaban al año 70.00 turistas y que en el periodo de mayor afluencia de turistas, entre los meses de octubre y noviembre, muchos montañeros encontraban verdaderas dificultades para conseguir alojamiento en los hospedajes de montaña.





         Poco a poco nos fuimos diseminando por el camino debido al desnivel que éste iba tomando y uno a uno fuimos alcanzando Ghorepani. Nos alojamos en el hospedaje de nombre Snow view lodge, un pequeño hostal de montaña regentado por una servicial y amabilísima mujer que junto a su marido hacían las delicias de los turistas con sus platos nepalíes. Aquí pudimos disfrutar de una buena ducha caliente, rápida y certera para sentirnos limpios después de 2 días de sudor intensos. En el patio interior de las viviendas que rodeaban a nuestro alojamiento, dos personas vendían artes del Tíbet. Así, a una mujer le compramos dos pulseras con el mantra Om ma ni padme hung para regalárnoslas entre sí con motivo de nuestro enlace civil del 8 de marzo. La otra persona, un hombre entrado en años tocaba como reclamo de venta uno cuenco tibetano delante de una pequeña stupa oratoria.




 
 


Al anochecer la calefacción del alojamiento hizo las veces de lugar de encuentro de excursionistas, guías y porteadores y juntos nos sentamos en torno a ella mientras comentábamos las experiencias y vicisitudes del día, mientras planeábamos el itinerario del día siguiente. Algunos guías iban entonando canciones conocidas por todos ellos mientras daban cuenta de un licor camuflado en una taza de café. Sonreían con placer mientras seguían la siguiente melodía transcrita: iesa dibidi, iesa dibidi…  Nos acostamos con otro precioso mensaje que colgaba de la pared de  nuestra habitación:´Great hopes make great men´.


14/03/2011 Trek to Poon Hill (3210m) and trek to Tadapani/Chuille 6 hours –11.7km


          Esa noche no conciliamos bien el sueño. Las habitaciones del alojamiento estaban hechas a base de tablas de madera, entre las cuales se podían atisbar rendijas por donde pasaba el sonido. Nuestras compañeras noruegas de viaje se pasaron el viaje hablando, bueno realmente una de ellas. Nuestra experiencia en viajes y sobre todo en viajes hechos en pareja nos decía que cuando una persona está hablando largo y tendido y otra escucha como si fuera una concha marina sobre todo hasta altas horas de la madrugada, es más que probable que se debiera a la necesidad de desahogarse de la persona en cuestión por motivos sentimentales, probablemente por una pareja que dejó antes del viaje o con la que se reencontraría después. Sea como fuere, no tardamos en dar suspiros de queja para que se notase nuestro malestar y una hora y media después la chica noruega dejó que durmiéramos (y a su compañera de viaje también). En la habitación de al lado un grupo tailandés se comportaba de la misma forma después de sentir los efectos del licor compartido alrededor de la chimenea.

Nos levantamos muy pronto, como a las 3 de la mañana. La misión consistía en subir a la colina de Poon (Poon Hill) desde donde se podía divisar algunas de las montañas de la cordillera del Annapurna, como el Annapurna I, el II o el Annapurna South. Después de un rico desayuno de crepes y café con leche, linterna en mano y abrigados hasta los ojos comenzamos a ascender hasta la célebre colina. La procesión se hacía camino, turistas salidos de no se sabe dónde anhelando llegar con los primeros celajes del amanecer, al balcón de lo inconmensurable, de lo sublime, y así fue. 45´ minutos de ascensión después, los turistas con Flesh jackets de diferentes colores nos reuníamos en aquella colina para deleitarnos con aquellos mastodontes de roca y nieve que iban iluminándose a medida que el sol salía por el éste. Había una torreta para divisar mejor el paisaje. A partir de allí comenzarían a acompañarnos en las siguientes los sutras budistas escritos en banderas de colores, que atraían la suerte creyente en todas los aspectos de la vida de los lugareños, o al menos sus sonrisas así lo atestiguaban. Tras fotografiar semejante espectáculo de luz y naturaleza, descendimos por nuestros pies con el rostro sensiblemente frío por el viento gélido de las montañas. Esa etapa la recordamos como una de las más bellas y agradables al caminar, con sus fluctuaciones y sus largos senderos longitudinales.





  
         El guía de las compañeras noruegas se lesionó en una pierna. Al menos es lo que nos aseguró, ya que se quedaba por detrás sin dar señales de vida hasta que llegábamos al punto de encuentro. Hasta llegar a Tadapani (2590m) descendimos por un sinuoso camino forestal lleno de rodoendros en época seca y su serpenteante río, cuyo sonido nos devolvía a la calma, a la meditación del camino en compañía, a sentir el cuerpo más allá de la mente y sus recovecos. Atrás quedo el malestar de la noche anterior o el frío del alba. Yo arrastraba un dolor en la ingle que me acompañó hasta alcanzar el campamento Base del Annapurna, que me obligaba a ascender ajustando el paso derecho.



 
Tadapani nos recibió como antesala y descenso definitivo de nuestro destino final del día. Este pueblo era lugar frecuente de parada de los montañeros. Edificaciones pedestres y cercanas entre sí, hacían imaginar un contexto comunitario en el que sus miembros bien podrían formar parte de una familia extensa. El descenso final vino marcado por la presencia de una pareja de monos langures formada por madre e hija que descansaba tranquilamente entre las ramas de los algo secos rodoendros. Un cowboy norteamericano nos avisó de su presencia y procuramos acercarnos con sumo sigilo. La cría copiaba los movimientos de su madre y ambas parecían no hacer nada, simplemente estaban presentes. La catarsis de ver aquel espectáculo pronto terminó al acercarse hablando en alto, como no,  las dos noruegas, lo cual recibió la reprobación del viajero norteamericano con una severa mirada y un suspiro de desagrado. Lógicamente los monos abandonaron el lugar por sus propios brazos deslizándose por las ramas como lianas. 

 
Finalmente y tras algo más de 11 km llegamos a  nuestro destino final, la Tindruk guest house. Como no,  antes de llegar le pedimos a nuestro guía que nos alojara bien lejos de las noruegas. En dicha hostería se alojó un grupo de surcoreanos de mediana edad, entre los cuales y coetáneo nuestro estaba Lee un chico muy agradable y risueño que viajaba por su cuenta. A partir de aquel día coincidiríamos con diferentes tipos de surcoreanos, compañeros de fatiga sumamente respetosos y amigables, acostumbrados a viajar con el debido respeto y la capacidad de asombro necesaria. Hechos que nos motivan para conocer ese creativo país.

15/03/2011 Trek to Chomrong (2030m) 5-6 hours (9.9km) / Trek to Sinuwa (2350m) 2 hours


          Amanecimos como cada día junto a nuestro guía que nos explicaba el itinerario mientras degustábamos unos crepes con mermelada de fresa, café y té tibetano. Las mañanas eran uno de los mejores momentos del día, desayunar con todo preparado, consultarnos por nuestros sueños y planificar el camino nos ayudaban a estar más cerca los unos de los otros. La etapa de este día era quizá la más dura mentalmente por el tiempo que había que invertir, ya que retrasamos el punto de llegada para estar más cerca de hacer cumbre y ganar días al viaje y también por lo rompe piernas del camino, oscilante, collados que se sucedían uno tras otro, etc.


Fue bellísimo atravesar los campos de cebada y trigo imbricados entre sí en forma de terracería, con conjuntos aislados de casas. A veces nos parábamos para conversar con algunas familias, a través de gestos o palabras sueltas en ingles, o simplemente nos sonreíamos con simpatía si había de por medio niños que jugaban informalmente con nosotros. Siempre recordaremos esta fase de la etapa como una de las más poéticas del trekking. Ver los rayos de sol incidir sobre las espigas de cereal y sentir cómo el fresco viento de las laderas de la montaña mitigaba los cálidos rayos de sol era un deleite. Daba tiempo a pensar mientras nuestra expedición de 6 personas avanzaba en fila india junto con otras expediciones. El silencio era nuestra marea de pensamientos, nadie hablaba.




El camino llegaba su ecuador y todos sentíamos la fatiga en nuestras piernas y espaldas. A veces nos cruzábamos con grupitos de burritos o las águilas del cielo nos recibían al arribar a las colinas puntiagudas. Un agradable canadiense nos contó el proyecto familiar medioambiental y de turismo que habían puesto en marcha en su lugar de origen, mientras imaginabas cómo sería. Al surcoreano Lee nos lo encontrábamos delante y detrás. Iba acompañado de otros dos chicos de su misma nacionalidad que nos obsequiaban con caramelos de fresa apetitosos.




Llegar a Chomrong fue como retroceder 200 años. Una población de casas que nacía en la colina y moría en la orilla del río abarcando toda la ladera de una montaña. Una sucesión de escalones de piedra recorren el pueblito en el que puedes encontrarte a medida que lo cruzas, restaurantes turísticos, una escuelita, casas de piedra con sus cobertizos y cuadras para el ganado. Es probable que en cualquier momento del día pudieras encontrarte por el camino con búfalos a los que llevan a pastar. Nosotros mientras cruzábamos Chomrong, un perro lobo hospitalario nos acompañaba escaleras abajo hasta la ladera del río. Un finlandés que subía nos anticipaba la dureza del regreso entre suspiros y coloretes.





En la vera del río justo antes de cruzarlo, una niña nepalí recorría el mismo camino que nosotros hacia su casa. Vestida con uniforme y parca en palabras por su timidez, avanzaba sin cesar hasta su hogar, recién salida de la escuela. Calculamos que cada día tendría que recorrer por la montaña a veces en forma de escalones de piedra interminables más de hora y cuarto hasta llegar su clase.



Nosotros ataviados con pesadas mochilas proseguíamos el viaje por la ladera de la montaña destino Sinuwa. Un pequeñito pueblo de paso en medio de la nada que daba cobijo a visitantes apresurados o perezosos, según se viera. 2 horas casi después de Chomrong, donde nos esperaba una ducha fría y caliente, que no lo fue tanto, llegamos al hostal de montaña Hill top Lodge. Por el ventanuco cuyo cristal estaba completamente roto entraba un viento frío helador, lo que hizo que aquel día no disfrutáramos en exceso del la tan esperada ducha al final del día. Afortunadamente, cada noche en los hostales de montaña por unas rupias, solíamos disfrutar de calor producido por estufas de queroseno que colocaban debajo de la mesa comunitaria del restaurante.

En Sinuwa apreciamos dicho calor mientras conversábamos amigablemente con las compañeras noruegas (quien lo iba a decir), sobre el sentido de la vida, la meditación trascendente, los caminos de la vida, las desigualdades socioeconómicas en el continente europeo y el impacto de la crisis. Ellas reconocían que los noruegos podían parecer algo altivos a ojos de otros europeos por su sensación de no necesitar a nadie por su elevado nivel socioeconómico y capacidad de autosuficiencia motivada por los yacimientos de petróleo del mar del norte y poseer además, una población relativamente escasa para redistribuir toda la riqueza remanente. Recuerdo que un chico checo al preguntarle por su país de origen comentó que prácticamente Chequia era una extensión más de Alemania por su dependencia económica, y sumisión a los dictados que la potencia europea imponía en política económica exterior. Nos acostamos con la sensación de haber superado la prueba física más exigente del peregrinaje al Annapurna.