16/03/2011 Trek to Dovan (2600m) 3 hours (6.9km) / Trek to Deurali (2882m) 2 hours


          Abandonamos Sinuwa con sensación de agujetas en las piernas. El camino serpenteaba la montaña y el andar se convertía en un automatismo agradable para irse desperezando, como cuando se sube al monte muy temprano y luego se tiene la sensación de tardar más en hacer el mismo camino al regreso. Los dolores en las articulaciones de las piernas se iban sintiendo cada vez más, sobre todo cuando aún no habían calentado lo suficiente. Era ya buen momento para notar un completo acoplamiento a las botas de cada uno. Los dedos de los pies ya estaban más o menos curtidos y los tobillos respondían bien al vaivén del terreno. Cruzábamos desniveles considerables de escalones de piedra arriba y abajo. La mayoría del camino estaba adoquinado como una calzada romana. Las poblaciones nepalíes locales habían ido colocando paulatinamente con los años miles de sucesivas piedras, según se comentaba, para facilitar el transporte de alimentos y enseres y al mismo tiempo para atraer a los turistas a realizar rutas de montaña de varios días.


 
Era la primera etapa en la que comenzábamos a ver nieve en las lindes del camino y en el horizonte. El macizo Machhapuchhare se levantaba a nuestra derecha como un coloso sin fin. La única montaña no culminada por su carácter sagrado, reconocimiento oficial del gobierno de Nepal. Y así llegamos sin pausa hasta Dovan, primera parada antes de llegar a Deurali, con un sol de justicia, coloreando nuestra cara. Aquel día nos salimos del guión y pedimos pizza, que nos supo a las mil maravillas.

 Tras una parada “técnica” proseguimos el camino cuesta arriba hasta Deurali, antesala de los campamentos bases del Machhapuchhare y Annapurna. El camino se antojó más dilatado de lo estimado. La meta de la etapa se divisiva en el horizonte pero por más que zigzagueábamos, no nos acercábamos visualmente. Atravesamos interesantes oquedades en roca, algunos pasos enfilados en los que había que pasar con algo de cuidado y cascadas naturales imprevistas nacidas del deshielo de las paredes verticales que nos iban abriendo el paso. En algunos pasos se formaban riadas que había que pasar con pericia para no resbalar.



 
Una vez alojados en el Shangrila Guest house (nunca mejor dicho) saboreamos una rica cena rodeados de amigos y amigas. La relación con las noruegas mejoraba, parecía que había sintonía. Conversamos en inglés durante varias horas sobre las diferencias lingüísticas y culturales y de las particularidades de Noruega y España. Cómo no, la música nórdica y su mitología fueron temas interesantes para compartir. Dos alemanes de Hannover y Berlín muy simpáticos que se encontraban realizando una cooperación en Bombay en un colegio de Jesuitas con niños en situación vulnerable, se juntaron a nuestra tertulia. El chico de Berlín, simpático, extrovertido y sonriente hacía honor al carácter berlinés por lo que nos habían comentado. El chico de Hannover más profundo, aventurero y sensible, nos recordaba a lo que sentimos en nuestra experiencia sudamericana. Uno de los guías se mostró bromista durante toda la noche, especialmente conmigo, haciendo símiles y comentarios sobre chicas y chicos entre trago y trago. Lo pasamos muy bien. Nos estuvo enseñando expresiones en nepalí que tratamos de recordar para interactuar espontáneamente tanto con los guías como con los trabajadores de los alojamiento en los que pernoctábamos así como habitantes de las poblaciones locales que cruzábamos, hecho que valoraban y agradecían con una sonrisa.

Fue una noche preciosa para compartir, propia de expediciones de montaña en las que las personas se unen cuando sienten que van a acometer un gran desafío. Una estufa de keroseno nos protegía del frío por debajo de la mesa a casi 3000 metros, donde las bajas temperaturas se dejaban sentir al caer la noche. A pesar del gélido frío antes de acostarnos, nos animamos a salir ya que la noche lo merecía. El cielo iluminaba los paredones mastodónticos creando sombras y reflejos en el río que bajaba precipitadamente por el cañón. Nos quedamos sin palabras al observar tan vasta inmensidad y allí, lejos de todo y de todos Marta y yo nos quedábamos boquiabiertos y absortos ante tanta belleza natural. Sin duda uno de los panoramas más inspiradores y excelsos que jamás hayamos presenciado. Poco antes de apagar la luz quedamos cautivados por los preciosos pasajes relatados en los libros de Javier Reverte El río de la luz - Un viaje por Alaska y Canadá y El Leopardo de Las Nieves de Peter Matthiesen.