15/03/2011 Trek to Chomrong (2030m) 5-6 hours (9.9km) / Trek to Sinuwa (2350m) 2 hours


          Amanecimos como cada día junto a nuestro guía que nos explicaba el itinerario mientras degustábamos unos crepes con mermelada de fresa, café y té tibetano. Las mañanas eran uno de los mejores momentos del día, desayunar con todo preparado, consultarnos por nuestros sueños y planificar el camino nos ayudaban a estar más cerca los unos de los otros. La etapa de este día era quizá la más dura mentalmente por el tiempo que había que invertir, ya que retrasamos el punto de llegada para estar más cerca de hacer cumbre y ganar días al viaje y también por lo rompe piernas del camino, oscilante, collados que se sucedían uno tras otro, etc.


Fue bellísimo atravesar los campos de cebada y trigo imbricados entre sí en forma de terracería, con conjuntos aislados de casas. A veces nos parábamos para conversar con algunas familias, a través de gestos o palabras sueltas en ingles, o simplemente nos sonreíamos con simpatía si había de por medio niños que jugaban informalmente con nosotros. Siempre recordaremos esta fase de la etapa como una de las más poéticas del trekking. Ver los rayos de sol incidir sobre las espigas de cereal y sentir cómo el fresco viento de las laderas de la montaña mitigaba los cálidos rayos de sol era un deleite. Daba tiempo a pensar mientras nuestra expedición de 6 personas avanzaba en fila india junto con otras expediciones. El silencio era nuestra marea de pensamientos, nadie hablaba.




El camino llegaba su ecuador y todos sentíamos la fatiga en nuestras piernas y espaldas. A veces nos cruzábamos con grupitos de burritos o las águilas del cielo nos recibían al arribar a las colinas puntiagudas. Un agradable canadiense nos contó el proyecto familiar medioambiental y de turismo que habían puesto en marcha en su lugar de origen, mientras imaginabas cómo sería. Al surcoreano Lee nos lo encontrábamos delante y detrás. Iba acompañado de otros dos chicos de su misma nacionalidad que nos obsequiaban con caramelos de fresa apetitosos.




Llegar a Chomrong fue como retroceder 200 años. Una población de casas que nacía en la colina y moría en la orilla del río abarcando toda la ladera de una montaña. Una sucesión de escalones de piedra recorren el pueblito en el que puedes encontrarte a medida que lo cruzas, restaurantes turísticos, una escuelita, casas de piedra con sus cobertizos y cuadras para el ganado. Es probable que en cualquier momento del día pudieras encontrarte por el camino con búfalos a los que llevan a pastar. Nosotros mientras cruzábamos Chomrong, un perro lobo hospitalario nos acompañaba escaleras abajo hasta la ladera del río. Un finlandés que subía nos anticipaba la dureza del regreso entre suspiros y coloretes.





En la vera del río justo antes de cruzarlo, una niña nepalí recorría el mismo camino que nosotros hacia su casa. Vestida con uniforme y parca en palabras por su timidez, avanzaba sin cesar hasta su hogar, recién salida de la escuela. Calculamos que cada día tendría que recorrer por la montaña a veces en forma de escalones de piedra interminables más de hora y cuarto hasta llegar su clase.



Nosotros ataviados con pesadas mochilas proseguíamos el viaje por la ladera de la montaña destino Sinuwa. Un pequeñito pueblo de paso en medio de la nada que daba cobijo a visitantes apresurados o perezosos, según se viera. 2 horas casi después de Chomrong, donde nos esperaba una ducha fría y caliente, que no lo fue tanto, llegamos al hostal de montaña Hill top Lodge. Por el ventanuco cuyo cristal estaba completamente roto entraba un viento frío helador, lo que hizo que aquel día no disfrutáramos en exceso del la tan esperada ducha al final del día. Afortunadamente, cada noche en los hostales de montaña por unas rupias, solíamos disfrutar de calor producido por estufas de queroseno que colocaban debajo de la mesa comunitaria del restaurante.

En Sinuwa apreciamos dicho calor mientras conversábamos amigablemente con las compañeras noruegas (quien lo iba a decir), sobre el sentido de la vida, la meditación trascendente, los caminos de la vida, las desigualdades socioeconómicas en el continente europeo y el impacto de la crisis. Ellas reconocían que los noruegos podían parecer algo altivos a ojos de otros europeos por su sensación de no necesitar a nadie por su elevado nivel socioeconómico y capacidad de autosuficiencia motivada por los yacimientos de petróleo del mar del norte y poseer además, una población relativamente escasa para redistribuir toda la riqueza remanente. Recuerdo que un chico checo al preguntarle por su país de origen comentó que prácticamente Chequia era una extensión más de Alemania por su dependencia económica, y sumisión a los dictados que la potencia europea imponía en política económica exterior. Nos acostamos con la sensación de haber superado la prueba física más exigente del peregrinaje al Annapurna.