14/03/2011 Trek to Poon Hill (3210m) and trek to Tadapani/Chuille 6 hours –11.7km


          Esa noche no conciliamos bien el sueño. Las habitaciones del alojamiento estaban hechas a base de tablas de madera, entre las cuales se podían atisbar rendijas por donde pasaba el sonido. Nuestras compañeras noruegas de viaje se pasaron el viaje hablando, bueno realmente una de ellas. Nuestra experiencia en viajes y sobre todo en viajes hechos en pareja nos decía que cuando una persona está hablando largo y tendido y otra escucha como si fuera una concha marina sobre todo hasta altas horas de la madrugada, es más que probable que se debiera a la necesidad de desahogarse de la persona en cuestión por motivos sentimentales, probablemente por una pareja que dejó antes del viaje o con la que se reencontraría después. Sea como fuere, no tardamos en dar suspiros de queja para que se notase nuestro malestar y una hora y media después la chica noruega dejó que durmiéramos (y a su compañera de viaje también). En la habitación de al lado un grupo tailandés se comportaba de la misma forma después de sentir los efectos del licor compartido alrededor de la chimenea.

Nos levantamos muy pronto, como a las 3 de la mañana. La misión consistía en subir a la colina de Poon (Poon Hill) desde donde se podía divisar algunas de las montañas de la cordillera del Annapurna, como el Annapurna I, el II o el Annapurna South. Después de un rico desayuno de crepes y café con leche, linterna en mano y abrigados hasta los ojos comenzamos a ascender hasta la célebre colina. La procesión se hacía camino, turistas salidos de no se sabe dónde anhelando llegar con los primeros celajes del amanecer, al balcón de lo inconmensurable, de lo sublime, y así fue. 45´ minutos de ascensión después, los turistas con Flesh jackets de diferentes colores nos reuníamos en aquella colina para deleitarnos con aquellos mastodontes de roca y nieve que iban iluminándose a medida que el sol salía por el éste. Había una torreta para divisar mejor el paisaje. A partir de allí comenzarían a acompañarnos en las siguientes los sutras budistas escritos en banderas de colores, que atraían la suerte creyente en todas los aspectos de la vida de los lugareños, o al menos sus sonrisas así lo atestiguaban. Tras fotografiar semejante espectáculo de luz y naturaleza, descendimos por nuestros pies con el rostro sensiblemente frío por el viento gélido de las montañas. Esa etapa la recordamos como una de las más bellas y agradables al caminar, con sus fluctuaciones y sus largos senderos longitudinales.





  
         El guía de las compañeras noruegas se lesionó en una pierna. Al menos es lo que nos aseguró, ya que se quedaba por detrás sin dar señales de vida hasta que llegábamos al punto de encuentro. Hasta llegar a Tadapani (2590m) descendimos por un sinuoso camino forestal lleno de rodoendros en época seca y su serpenteante río, cuyo sonido nos devolvía a la calma, a la meditación del camino en compañía, a sentir el cuerpo más allá de la mente y sus recovecos. Atrás quedo el malestar de la noche anterior o el frío del alba. Yo arrastraba un dolor en la ingle que me acompañó hasta alcanzar el campamento Base del Annapurna, que me obligaba a ascender ajustando el paso derecho.



 
Tadapani nos recibió como antesala y descenso definitivo de nuestro destino final del día. Este pueblo era lugar frecuente de parada de los montañeros. Edificaciones pedestres y cercanas entre sí, hacían imaginar un contexto comunitario en el que sus miembros bien podrían formar parte de una familia extensa. El descenso final vino marcado por la presencia de una pareja de monos langures formada por madre e hija que descansaba tranquilamente entre las ramas de los algo secos rodoendros. Un cowboy norteamericano nos avisó de su presencia y procuramos acercarnos con sumo sigilo. La cría copiaba los movimientos de su madre y ambas parecían no hacer nada, simplemente estaban presentes. La catarsis de ver aquel espectáculo pronto terminó al acercarse hablando en alto, como no,  las dos noruegas, lo cual recibió la reprobación del viajero norteamericano con una severa mirada y un suspiro de desagrado. Lógicamente los monos abandonaron el lugar por sus propios brazos deslizándose por las ramas como lianas. 

 
Finalmente y tras algo más de 11 km llegamos a  nuestro destino final, la Tindruk guest house. Como no,  antes de llegar le pedimos a nuestro guía que nos alojara bien lejos de las noruegas. En dicha hostería se alojó un grupo de surcoreanos de mediana edad, entre los cuales y coetáneo nuestro estaba Lee un chico muy agradable y risueño que viajaba por su cuenta. A partir de aquel día coincidiríamos con diferentes tipos de surcoreanos, compañeros de fatiga sumamente respetosos y amigables, acostumbrados a viajar con el debido respeto y la capacidad de asombro necesaria. Hechos que nos motivan para conocer ese creativo país.